El Inmueble
Érase una vez (porque todo cuento que se precie
de serlo comienza con "erase una vez...") una vivienda en una ciudad
de un país mojado la mitad por el Atlántico y la mitad por el Mediterráneo. Ese
pintoresco país sufría como muchos otros en esa época, un periodo de crisis
económica, con gente sin trabajo que en ocasiones tienen que dejar sus casas
para volver a la casa de sus padres, por no poder pagar la propia.
Este cuento habla de un inmueble, un piso, como
ya dije antes, en ese piso vivía una señora mayor, mas el piso no era suyo,
sino que estaba alquilado, debiendo, como es lógico en todo alquiler, pagar una
cantidad mensualmente por el uso de esa vivienda (hasta aquí todo normal, no
era el único caso de alquiler en el mundo, ni mucho menos).
He aquí que un día la señora dejó de pagar el
alquiler, por lo que el propietario de la vivienda (en todo su derecho) comenzó
el proceso legal para que ésta abandonara el piso y así él poder disponer de él
(tal vez para alquilarlo a alguien que pagara, que las cosas estaban muy mal
con la crisis y no era cuestión de ir regalando el dinero).
En esto que de repente, y sin mediar aviso, un
grupo de jóvenes y no tan jóvenes se plantaron delante del edificio donde vivía
la señora (recordemos, debiendo dinero a su casero) para impedir que la señora
fuera desalojada de la vivienda, con pancartas y gritos y ocupando la calle (y
yo me pregunto, qué culpa tendrán los vecinos de eso para tener que aguantas
tal molestia)
Quiero señalar que en ningún caso ninguno de esos
"solidarios manifestantes" ofreció a la señora su propia vivienda
para que se quedara en ella... Pero continuemos con la historia...
Aparecieron las autoridades, por un lado las
fuerzas policiales, en cumplimiento de orden judicial, para desalojar la casa,
por otro, los Servicios Sociales, para ofrecerle a la señora una plaza en una
residencia de la tercera edad (saltándose, dicho sea de paso, las listas de
espera de varios meses e incluso, en ocasiones, más de un año, que existen si
uno la solicita normalmente).
Y hasta aquí la historia de la señora...
Veamos ahora el otro lado de la moneda, el propietario
del piso, un señor (o señora, no seamos discriminatorios) que debe pagar unos
impuestos por una vivienda que no le reporta ningún dinero (porque no le
pagan), que tal vez tiene algún familiar, acaso un hijo, desempleado (o caso él
mismo sea el que acaba de perder el empleo). ¿No es cosa lógica que prefiera,
ya puestos a no cobrar, dejarle el piso a su propio familiar que a un extraño?
"¡Capitalista!", le llaman, más bien le
gritan, la gente arremolinada alrededor del edificio, mientras él, el
propietario, recibe una atención no deseada, por hacer algo que era su derecho,
defender su propiedad.
Que cada uno saque sus propias conclusiones...
pero yo no puedo sino acordarme del señor o señora que espera pacientemente
recibir una carta donde le aprueben su petición de una plaza en una residencia
de la tercera edad (o un piso de protección oficial), viendo como otros por
presión social pasan por encima de ellos, sin tener que hacer ningún trámite...
esa gente, la gente que espera callada y paciente, son las verdaderas víctimas
de este cuento.
Totalmente de acuerdo. Hay mucha demagogia por parte de muchas partes (implicadas por diversos intereses que no siempre coinciden con las víctimas) para hacer valer su punto de vista y quedar como los "buenos". Estoy cansada de ver una y otra vez el descaro con que nos venden noticias, como el de aquella mujer que iba a ir a la cárcel por usar una tarjeta de crédito, cuando si investigas un poquito sabes que tiene que pasar de 400€ para transformar una falta (la pena no conlleva privación de libertad) en delito (aquí sí te meten), y que si no tienes antecedentes y tu pena es inferior a los 2 años el juez tiene potestad para suspender la condena (mientras no cometas otra durante un tiempo). Vamos, no me toques las narices que tampoco era una inocente, aunque prefiero a esta mujer antes que a un asesino o un violador en la calle.
ResponderEliminarEn resumen, la manipulación de la información hoy día es brutal, y desde hace mucho tiempo considero a los medios de comunicación (yo los llamaría desinformación) como un iceberg: sólo ves un trozo del hielo (el que ellos quieren), mientras que debajo tienes más de lo que crees (los puntos de vista que comentas). Por suerte tenemos internet y podemos indagar, pero me da mucha rabia pensar que incluso con esta poderosa herramienta que tenemos, mucha gente sigue tragándose la (parcial) (des)información que nos emiten las fuentes interesadas. Así nos va, que seguimos en un país en el que tragamos piedras de molino todos los días...
Marina Fernández García.